ARTE DE AMAR: DIOSES MORTALES
Alberto Omar Walls
Manolo Yanes es un artista que ahonda en la condición humana a partir de los seres tenidos por eternos. Porque eternos e inmateriales son
los míticos símbolos que hincan sus raíces en las bases de la cultura occidental reencontrándose hoy día con las esencias de lo humano.
Manolo Yanes desde el contendido nos conduce con extrema sutilidad, gracia y maestría, por el camino de las fantásticas historias
que nos han acompañado a lo largo de siglos.
Algunos de esos personajes mitológicos aún continúan sus diálogos, vívidos y cuajados de paradojas en los tiempos más modernos
pues sus significaciones no han ganado nuevas perspectivas ni cobrado mayores dimensiones salvo aquellos que el artista les concede.
Siempre, como telón de fondo, el paisaje. Un paisaje que habita en la imaginación del pintor y que nos proyecta más allá de las
realidades conocidas, aunque en el sudeste francés, esa geografía donde vive hace ya más de veinte años, no faltan espacios
de similar frondura y belleza. Son arcadias de intrincados follajes, donde los cielos abren siempre la posibilidad de establecer
el diálogo permanente entre los seres romantizados como si de un teatro de vida se tratara. Se nos aparecen en algunos casos
como si se supieran placenteramente observados por un público virtual, quien atento paladeara sus conversaciones
(quizá nos hayamos confabulado en el voyerismo con Eros y Anteros, puede que con Teseo y Minotauro,
¿por qué no con Baco y el fauno?). En otros momentos se muestran sorprendidos los personajes, también captados en un
instante de la confrontación dialógica, pero nunca se pierde la equilibrada puesta en escena donde el exquisito paisaje
formado por jardines y bosques también se erige como un soberano personaje palpitante y sensible.
Nuestro excepcional artista de lo bello, Manolo Yanes, nos retrata con una paleta abierta al mejor encuentro de los colores a
María Magdalena, Jacob, Tobías, los arcángeles Gabriel y Rafael, Diana y Acteón, Eros y Anteros, Baco y Fauno, Centauro y Amor,
Atenea y Pegaso, Teseo y Minotauro, Prometeo, Ganimedes, Selene y Endimión, Ariadna en Naxos, Vertumnus, Apolo y Artemis,
San Sebastián, un elfo… Ellos son los seres que componen esta fascinante galería de cuerpos hermosos y valientes.
El género de lo pastoral tiene sus mejores antecedentes tanto en la poesía como en la música y la pintura (qué duda cabe que también
en la escultura, arquitectura y la jardinería de mansiones y palacios). La relación sería extensa, pero entre ellos están, en la poesía,
Teócrito, Virgilio, Longus, Dante, Petrarca, Bocaccio, Poliziano, Shakespeare, Marlowe, Milton, Shelley, Adonais, Wordsworth,
Robert Frost; en la música: Vivaldi, Beethoven o Ravel; en la pintura: Tiziano, Poussin, Rubens, Watteau, Fragonard, Boucher, Constable,
Corot, Courbet, Millet y Manet. La pastoral de Manolo Yanes no se significa como el agrupamiento indiscriminado de símbolos
cristianos y grecolatinos por el placer hedonista de mostrarnos, dada su pertinaz capacidad investigadora, un conjunto de
escenas idílicas que se han quedado detenidas en el tiempo. Él sabe que además del goce, al que no renunciamos, podrán servirnos
de contraste y hacernos reflexionar sobre la deuda que los tiempos actuales están pagando ante la destructiva vida urbana.
¡Ah, el eterno dilema del místico que todos llevamos dentro!: ¡autodestruirnos para alcanzar al fin la inmortalidad!
(qué camino tan perverso… y estúpido).
Pastorale podrá ser el teatro que necesitamos que sea para nosotros: desde las catárticas antiguas tragedias griegas, hasta los
dramas románticos o los conflictos cinematográficos planteados en tono de comedia americana. Porque se trata de una galería
amplísima donde cabe holgado el gran teatro del mundo, como si se tratara de un libro universal que todo lo contiene y lo explica.
La fe, los amores y desamores, las esperanzas y desazones, las venganzas, los dolores, las ansias de ser dioses en acción
permanentemente humana… En medio de estos hermosos cuadros, en la región áurea, como pintado en el aire,
se yergue el amor en su permanente búsqueda del deseo. El gozo y la verdad se muestran icónicamente a través de los conflictos,
los intercambios y los vencimientos.
Creemos que sólo es posible paladear el amor donde existe rendimiento y entrega. En la lucha en pos del amor no puede haber vencedores
ni vencidos.
Manolo Yanes nos tiene acostumbrados cada temporada a mostrarnos sus magníficos trabajos. Son los desvelos del gran artista
trabajador, sesudo y meticuloso. Y lo hace ofreciéndonos unos escenarios que aparentan mayor cercanía y tacto,
porque en ellos están los desnudos incitándonos al recuerdo de aquellos deseos más profundos y que nos habitan
y se esconden entre los pliegues de los sueños: eros y thanatos en un permanente compromiso con la vida, la religión,
la muerte, el amor o el compromiso...